Todo el sindicalismo “alternativo” a las grandes centrales sindicales estatales, Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores, se opone mediante manifiestos y movilizaciones, a la reforma laboral pactada entre estos sindicatos junto a la patronal y gobierno en diciembre de 2021. Reforma laboral que acaba de ser aprobada por convalidación en el Congreso de Diputados del Real Decreto-Ley, tras una vergonzosa votación.
Los hilos de la tramoya parlamentaria: más gruesos que nunca y más invisibilizados que nunca.
En el debate parlamentario previo ha quedado de manifiesto las discrepancias entre el gobierno de coalición y los grupos parlamentarios que apoyaron la investidura de Sánchez y los Presupuestos de su gobierno para el 2022, surgidas por la necesidad de estos últimos de contentar a sus respectivos electorados. Así, Ezquerra Republicana de Catalunya defiende la derogación total de la reforma del gobierno Rajoy de 2012 y Partido Nacionalista Vasco reivindica la preeminencia de los convenios de ámbito geográfico vasco bajo el mantra del marco vasco de relaciones laborales. Pero estas discrepancias, en palabra de los discrepantes, no suponen poner en peligro el gobierno de coalición.
Todo parece indicar que ésta reforma laboral no era prioritaria para la Oligarquía española. El propio José María Aznar ha manifestado que lo que se ha tocado de la reforma laboral es tan insignificante que se la podían haber ahorrado. Así se ha permitido la representación teatral grotesca entre gobierno y oposición de derechas a la que hemos asistido. Representación a la que no han faltado los medios de comunicación cuando han estado resaltando el apoyo a la reforma laboral del gobierno de izquierdas de grandes empresarios y de la FAES que preside Aznar, en un enésimo intento arrinconar a toda la izquierda y a los nacionalistas para que no se nutran del electorado que se vaya desncantando del actual gobierno.
Porque es para desencantarse la reforma laboral hoy convalidada y que fue pactada por CEOE, CEPYME, CCOO y UGT en diciembre de 2021, pues aunque sí que se la podían haber ahorrado, lo que se ha tocado es bastante significativo. Los agentes sociales en 2012 ya habían acordado el cuerpo fundamental de la reforma del Partido Popular. Sólo retrasaba el acuerdo la reforma de la negociación colectiva y la reducción de contratos eventuales. Pero las condiciones de crisis aguda de la economía española forzaron al gobierno al decretazo. Esos flecos dejados por el gobierno de Rajoy no fueron productos más que del gran alcance de las reformas socialistas anteriores con el gobierno Zapatero, entre las que se pueden destacar: atrasar la jubilación a los 67 años, imponer el convenio de empresa como el de referencia, romper el marco de relaciones laborales del sector público de estabilidad y derechos sociales para que dejara de ser ejemplo para el sector privado y forzar a los agentes sociales someterse al arbitraje ante la falta de acuerdo para impedir luchas, protestas y huelgas, aparte de otras medidas que venían a abaratar y facilitar aún más el despido.
Antes de la reforma de Zapatero, el convenio de aplicación preferente era el que resultara más beneficioso para el trabajador. Entonces los convenios de empresa no podían establecer salarios por debajo de lo estipulado en los convenios de sector. Con la reforma de la negociación colectiva de junio de 2011, será el convenio de empresa el preferente, pudiendo éste estipular salarios inferiores a los establecidos en los convenios de sector. Por lo que se abrió las puertas a una nueva ley de la jungla en la que todas las empresas que trabajan mediante contratación de servicios a las empresas privadas y a las públicas (las contratas), podían bajar los salarios de sus trabajadores a límites insospechados y con ello abaratar sus ofertas para ser contratadas.
Y si bien, la reducción salarial que produjeron estas medidas fue fundamental para sostener las ganancias empresariales, básicamente de los grandes capitales, pronto se convirtió en una merienda de caníbales. El abaratamiento salarial sin límites está poniendo en peligro la prestación de servicios de las contratas y el consiguiente bajo rendimiento de las contratas, ya fueran públicas o privadas. Con la reforma de Yolanda Díaz, fuera aparte de mantener la eventualidad y precariedad de nuestros puestos de trabajo, entre otras manteniendo el despido barato y arbitrario, o las ETT, para asegurar el crecimiento económico de las altas castas empresariales, viene a poner límites al abaratamiento salarial dejando intacta la preferencia del convenio de empresa para la regulación de las relaciones laborales salvo los conceptos salariales cuya competencia se devuelve a los convenios de sector.
Sí que es irrelevante lo de poner fin a la ultra actividad ya que ha sido imposible su aplicación desde el minuto uno. Pero si que es importante que siga sin ser necesaria autorización alguna para descuelgues de convenios o despidos colectivos. Como tampoco para los conocidos ERTEs que se han constituido en una verdadera panacea para los empresarios sin escrúpulos. Muchos de de estos utilizan la figura de los ERTEs para tener a los trabajadores y trabajadoras a su completa disposición en todo momento. Te pueden tener trabajando los días laborables y en el paro los descansos o las vacaciones. Te pueden reducir la jornada, mandar al paro a los más díscolos y mantener en sus puestos a los lameculos. Y además de encubrir a desempleados, pues los que están en ERTEs no cuentan como parados, ahora podrán encubrir la eventualidad pues ya no serán eventuales sino trabajadores y trabajadoras en ERTE.
La tendencial reducción de salarios y derechos mediante reformas laborales.
Todas las reformas laborales de todos los gobiernos españoles, desde el preconstitucional de Suárez hasta el actual de coalición PSOE-Unidas Podemos, han utilizado el mantra de reformar las relaciones laborales para asegurar el crecimiento económico y los derechos de los trabajadores mediante la moderación salarial. Siendo el mapa actual de estas relaciones laborales producto de la sucesión de todas y cada una de ellas. De la UCD, del PSOE, del PP, del PSOE y del PP nuevamente y la actual defendida por la ministra de trabajo Yolanda Díaz, que además de profundizar en esta tendencia, la legitima.
Todas ellas acordadas con todos o parte de los agentes sociales legitimados, es decir, las organizaciones empresariales CEOE y CEPYME y las organizaciones sindicales CCOO y UGT. Todas ellas, salvo algunas protestas por uno o varios de éstos, también en función de contentar a sus respetivos seguidores, al final todos terminan aceptando lo inevitable en la lógica capitalista: un camino de más de cuarenta años de desregulación de las relaciones laborales a favor del crecimiento económico y a costa de la reducción de salarios y derechos de trabajadores y trabajadoras. Si a esto le añadimos la estafa democrática, de los partidos de la vieja y la nueva socialdemocracia en el gobierno, que supone presentarse a las elecciones con una propuesta prioritaria fundamental en su programa, en este caso “derogación de la reforma laboral” y luego llegar al gobierno y no aplicarla, tenemos el marco perfecto para que arraigue el desencanto, la decepción y la tan analizada desafección del sistema y de la clase política y el correspondiente corolario del avance de la ultraderecha.
Durante estos más de cuarenta años de democracia liberal, de liberalización de la economía, de la integración española en la economía occidental, han sido también los cuarenta años de pérdida de todos y cada uno de los derechos laborales que la clase obrera conquistó frente al franquismo. Bajo el disfraz del progreso, de la democracia, de los derechos humanos tras el que se esconde toda la civilización occidental, a modo de zanahoria, solo han usado el palo contra la clase obrera. Y como todo ese Occidente, la Oligarquía española mediante el Estado español y a través de sus representantes políticos, sean de la tendencia política que sean, no tienen otra fórmula para intentar mantener el crecimiento económico, su crecimiento económico, es decir, la concentración de capital en sus manos, que mediante la sobre explotación de la clase obrera y de los pueblos y naciones sometidas por los grandes capitales. Es su única estrategia posible, dentro del sistema capitalista, de intentar evitar la inevitable pérdida de la tasa de ganancia frente a los nuevos capitales surgidos e impulsados por la actual revolución industrial y tecnológica de Asia capitaneados por la gran potencia del Estado chino.
En la historia, en otras ocasiones similares, cuando esta única estrategia tampoco daba resultados, la guerra era la única salida. Hoy, los frentes de esa guerra están a punto de estallar en Europa (Ucrania), África (el Sahel) y Asia (Taiwán y el Mar de China). Todo parece indicar que el aumento de nuestra precariedad laboral no les es suficiente para contener la brutal competencia de los nuevos capitales asiáticos.
Por un Marco Andaluz y Democrático de Relaciones Laborales.
Luego, cada reforma laboral, cada disposición que altere en sentido negativo nuestros derechos y salarios, no es más que una simple manifestación de algo mucho más profundo. Son materializaciones o consecuencias de la causa que los produce, el sistema capitalista. Un sistema que basa su existencia en la acumulación, mediante apropiación pacífica o violenta, del capital que creamos la clase obrera y del capital que poseen y crean los pueblos y naciones sometidas.
Hoy que el sistema y sus regímenes están sumidos en una profunda crisis en todos los órdenes, económica, social, política, cultural, de valores, etc… sólo desde la lucha de las organizaciones de trabajadores y trabajadoras anticapitalistas, del sindicalismo anticapitalista, por el objetivo de acabar con el sistema capitalista y construir un nuevo modo de producción basado no en la acumulación, no en la explotación de los seres humanos y del planeta, sino basado en la vida, en la satisfacción de las necesidades para la vida de todos y todas respetando la naturaleza, sólo entonces estaremos atacando las causas de la tendencia de deterioro permanente y continuado de nuestras condiciones de vida y trabajo y sólo entonces será posible avanzar hacia el mantenimiento y la conquista de derechos, salarios y democracia en las relaciones laborales, siendo necesario para ello que las organizaciones y sindicatos anticapitalistas nos pongamos en primera fila de este combate.
Es evidente que a cada ataque a la clase obrera, a nuestros derechos, hemos de responder desde la más contundente unidad. Pero si tan solo se responde a una agresión en concreto sin tener en cuenta las causas, la tendencia imparable hacia nuestra precarización vital cómo única solución al mantenimiento del crecimiento económico, estaremos haciendo un flaco favor a los intereses generales de la clase obrera, a nuestro objetivo común de abolir la explotación capitalista.
Por un marco andaluz y democrático de relaciones laborales.
No a la reforma laboral de Yolanda Díaz, ni la de Rajoy, ni las de Zapatero, Aznar, Felipe González o Suarez. No al mecanismo que enriquece constantemente a los ricos mientras nos empobrece a la clase obrera, a los creamos la riqueza. No al Estado que mantiene y se mantiene mediante la explotación capitalista de la clase obrera y de las naciones que tiene sometidas.
Porque las relaciones laborales que se desprenden de todas y cada una de estas reformas son impuestas aunque aparenten, muchas de ellas, la negociación y el acuerdo entre los agentes sociales reconocidos. Acuerdos entre organizaciones empresariales que están legitimadas tan sólo por ser eso, por ser organizaciones empresariales y organizaciones sindicales. Aunque éstas últimas, las organizaciones de los trabajadores y trabajadoras, tenemos que pasar por el filtro de las elecciones sindicales que mediante un permanente y, muchas veces, violento pucherazo electoral ganan de forma mayoritaria quienes eligen los propios empresarios con los sindicatos que se prestan a ello y por lo que reciben suculentas recompensas que, para más inri, también salen de nuestros pellejos.
Sí a la unidad para luchar contra todas y cada una de las reformas laborales. Pero también para luchar contra sus causas, pues en caso contrario estaríamos dando por definitivas las anteriores, aceptándolas en los hechos. No es por purismo sino por principios. Quienes luchamos contra el sistema capitalista, quienes luchamos por la conquista de una sociedad democrática y libre, tenemos también que inscribir en nuestras banderas la consigna revolucionaria de la abolición del sistema capitalista.
Pero la clase obrera andaluza, al ser parte fundamental del pueblo andaluz, no puede liberarse de la explotación capitalista si al mismo tiempo no se libera todo nuestro pueblo de la conquista, la colonización y la explotación de los grandes capitales internacionales con el Estado español actuando de proxeneta. Tenemos que construir nuestro propio marco de relaciones laborales. No nos vale el impuesto por la Constitución española y el Régimen del 78 pues no ha hecho más que empobrecernos y debilitarnos mientras que esos grandes capitales sorben nuestros jugos vitales, los de nuestros cuerpos y los de nuestro pueblo.
No puede haber marco andaluz de relaciones laborales sin una Andalucía soberana, al tiempo que no puede haber un marco de relaciones laborales aceptable para la clase obrera andaluza si no es democrático. Un marco andaluz de relaciones laborales donde capital y trabajo tengan la misma consideración pues, como ya sabemos, el capital no es más que trabajo acumulado, no es más que vida de la clase obrera acumulada. Y ésta acumulación de vida sólo tiene sentido si está destinada a toda la comunidad trabajadora, al pueblo trabajador andaluz.